La enfermedad y la empatía en La verdad y otras mentiras: historias de hospital de Daniel Flichtentrei
De Sarah Downey
25 noviembre 2025
Mujer de veintidós años con Angiosarcoma Cardíaco, historial de Trombosis Venosas Profundas (TVP) y neumonitis inducida por radiación en el lado derecho. Según la práctica médica tradicional, esto es lo que soy. Soy una conglomeración de números y condiciones. Soy un punto de la trama en un conjunto de datos estadísticos. Sin embargo, ¿qué pasaría si les dijera que al leer mi historial, no habrán aprendido nada sobre mí y, por lo tanto, habrán fracasado en tratarme médicamente? La medicina se expande mucho más allá de un conjunto de verdades fisiológicas. Es una inmersión profunda en la psique humana que requiere tanto conocimiento científico como una conciencia empática.

I. Una visión contextual
Mi nombre es Sarah Downey. Tengo un cáncer raro en etapa avanzada; sin embargo, esto no es lo que soy. Soy un ser complejo con miedos, intenciones y ambiciones. Soy una paciente porque tengo que serlo. Como nos recuerda Susan Sontag: “La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más onerosa. Todo el que nace tiene una doble ciudadanía”. Paciente es una etiqueta secundaria que se nos impone por la inevitabilidad de la enfermedad y la mortalidad; sin embargo, antes, durante y después de ser pacientes, somos una inconmensurable mezcla de experiencias vitales, emociones intensas y relaciones intrincadas.
Un estudio de 2012 (“Cardiac angiosarcoma management and outcomes: 20-year single-institution experience”) sugiere que la supervivencia global media del Angiosarcoma Cardíaco es de 19.5 meses para pacientes que presentan un AS localmente avanzado (Hong et al.). Es fácil pasar horas obsesionándose y prediciendo cronogramas y resultados biológicos. Es mucho más difícil vivir y aceptar la incertidumbre que ningún estudio de investigación puede resolver. En todo caso, sentarme con un conjunto de números que sugieren que ya he vivido la mayor parte de mi vida a mis veintidós años debería horrorizarme hipotéticamente; sin embargo, a menudo es más difícil vivir con la incertidumbre que fingir una sensación de conocimiento superior basándose en un conjunto de datos. La relación médico-paciente a menudo se tambalea sobre las olas de esta incertidumbre, donde ambas partes deben enfrentar sus propios miedos internalizados a la incertidumbre y la mortalidad, y donde la confrontación de tales miedos por una parte influye en la otra. Mi oncólogo médico en el Dana Farber Cancer Institute en Boston, Massachusetts, se ganó mi confianza y respeto al principio de mi tratamiento cuando lo obligué a abordar la pregunta sobre mi muerte inminente. Su bata blanca no podía ocultar la incomodidad y el miedo naturales que nosotros, como humanos, enfrentamos en medio de tales conversaciones. Sin embargo, rápidamente se adentró en la conversación y aceptó la incertidumbre:
“Si no hubieras ido a la sala de emergencias cuando lo hiciste, habrías sobrevivido unas semanas más” y “Antes de tener evidencia de que la primera línea de quimioterapia estaba funcionando, te habría dado alrededor de tres meses. Ahora, simplemente no lo sé.”
Como paciente, considero que la práctica de admitir que uno no tiene todas las respuestas es un pilar fundamental de la relación del profesional médico con su paciente. Al admitir que los datos científicos no son suficientes por sí mismos, el profesional acepta el papel inmutable que su persona tiene en su práctica profesional y demuestra esta dualidad a su paciente.
“La relación doctor-paciente: La enfermedad y la empatía en La verdad y otras mentiras: historias de hospital de Daniel Flichtentrei” (“The Doctor-Patient Relationship: Illness and Empathy in David Flichtentrei’s La verdad y otras mentiras: historias de hospital”) es un reflejo de mis diversas actividades de investigación que se originaron durante mi segundo año en Providence College, donde recibí una beca para estudiar la represión sexual femenina bajo el régimen castrista en Cuba. Este trabajo, que trae la “medicina narrativa” al contexto del hospital latinoamericano, ejemplifica una convergencia de mis antiguos intereses tanto en la medicina como en las humanidades. Además, demuestra una de las muchas formas en que navego la experiencia humana y lucho por cultivar propósito, conexión y 'normalidad' frente a las amenazas biológicas. El siguiente artículo no es una gran obra de mérito. Es un simple trabajo final que escribí en un frenesí de un día para una clase de investigación literaria en la que me matriculé el otoño pasado como parte de un programa de Maestría en Literaturas Hispánicas e Idiomas Modernos. Sin embargo, a pesar de sus muchas lagunas y deficiencias que claman por mi atención, creo que el artículo contribuye a uno de los aspectos más cruciales de la medicina moderna. Aborda la necesidad de prácticas intencionales de conexión humana y empatía, confrontando el distanciamiento provocado por un mayor enfoque en la experimentación humana científica y las desenfrenadas medidas de extensión de la vida que desafían la calidad de vida del paciente.
En su colección de relatos personales y profesionales, el cardiólogo argentino Daniel Flichtentrei articula el caos controlado pero impredecible del entorno hospitalario, estableciendo una contradicción entre la rigidez y las certezas científicas de la educación médica tradicional y la naturalidad e inconsistencias de la vida humana. Flichtentrei narra los aspectos a menudo ocultos de la medicina, incluidos sus propios conflictos internos como profesional frente a la enfermedad y la muerte de sus pacientes. Su trabajo abarca la profundidad de las relaciones interpersonales, demostrando la profundidad humana al centrarse en las dinámicas diversas y complejas entre el personal médico y los pacientes. El primero de los dos prólogos de su colección integra referencias literarias clásicas latinoamericanas en el estudio y la práctica de la medicina. El neurólogo argentino Facundo Manes, autor del prólogo inicial del libro, cita al reconocido autor argentino Jorge Luis Borges, señalando: “Yo aconsejaría esta hipótesis: la imprecisión es tolerable o verosímil en la literatura, porque a ella propendemos siempre en la realidad.” (9) La consideración del autor posmoderno de la literatura, no como una herramienta que busca exactitudes matemáticas, sino como una fuerza que captura la experiencia humana en todas sus ambigüedades y contradicciones, se vuelve útil en la distinción entre la objetividad del método científico y la autenticidad subjetiva de la “medicina narrativa” a lo largo de la obra.
En este breve artículo, reflexiono sobre la naturaleza multifacética de la relación médico-paciente presentada en el libro de Flichtentrei a través de la lente teórica de la “medicina narrativa” y la “competencia narrativa”. A través de la comprensión de la “medicina narrativa”, se establece la competencia médica, definida por Rita Charlton como: “la capacidad de reconocer, absorber, metabolizar, interpretar y conmoverse por las historias de enfermedad” (“What to do with stories: The sciences of narrative medicine”). Es por medio de la “medicina narrativa” y la “competencia narrativa” que analizo las relaciones entre el personal médico y los pacientes, las descripciones biográficas de los pacientes y el conflicto interno de Flinchtentrei, con el objetivo de demostrar las dimensiones psicológicas y relacionales de la enfermedad y la muerte dentro del contexto clínico. Abordo la fragmentación institucional y las deficiencias en la formación profesional tradicional que contribuyen a las lagunas en la atención empática y holística, al mismo tiempo que considero la necesidad de autorreflexión, relacionalidad y conciencia en la práctica médica. Propongo, dentro de este análisis de la literatura como herramienta de diagnóstico, que los profesionales médicos lean las narrativas de sus pacientes tal como leen las obras literarias: intensa, analítica y cuidadosamente. De esta manera, el paciente mantiene su persona y su dignidad frente a una fuerza que intenta robarles esta dignidad.
La conexión humana no tiene la capacidad de curar a nivel biológico; sin embargo, el tratamiento médico tampoco garantiza la curación. Por lo tanto, cuando la curación ya no es posible, ¿con qué herramientas le queda al médico para cuidar a su paciente? Al médico no le queda más que su ‘ser’ o su ‘yo’: la capacidad de aceptar imperfecciones y cabos sueltos, de valorar la narrativa del paciente y de tomar a su paciente de la mano, con el objetivo de mantener la dignidad de la persona hasta el final. El neurocirujano norteamericano Paul Kalanithi, difunto profesional médico y paciente de cáncer de pulmón en etapa cuatro, describió el papel de un médico como una “responsabilidad mortal”, diciendo: “Las vidas e identidades de nuestros pacientes pueden estar en nuestras manos, sin embargo, la muerte siempre gana.” A pesar de las probabilidades desfavorables, Kalanithi describe esta responsabilidad como aquella en la que el profesional médico no deja de luchar por su paciente, “creyendo en una asíntota hacia la cual [el médico] se esfuerza incesantemente” (Cuando el aliento se vuelve aire 114-115). En su testimonio, La verdad y otras mentiras: historias de hospital, Daniel Flichtentrei asume esta “responsabilidad mortal” mediante el empleo de una práctica médica que tiene en cuenta la profunda dualidad del paciente como ser encarnado. Flinchtentrei contribuye a la ‘competencia narrativa’ que Charon establece dentro del campo de la “medicina narrativa”, ejemplificando la atención analítica y literaria de las narrativas de los pacientes y la esencialidad de este enfoque narrativo en la atención médica integral.
Mi exploración de La verdad y otras mentiras: historias de hospital de Daniel Flichtentrei, como una obra de mérito literario y un valioso objeto de estudio en “medicina narrativa”, apenas roza la superficie del trabajo que debe hacerse hacia una “competencia narrativa” más universal. Yo, como académica y paciente, veo este artículo como una pequeña pieza fundacional de mi defensa e investigación, a través de la cual busco cultivar y participar en diálogos abiertos entre académicos, profesionales médicos y pacientes. Frente a mi propia mortalidad, busco un futuro en el que la atención médica de calidad sea sinónimo de atención holística y personalizada que mantenga y honre la dignidad tanto del paciente como del profesional médico.
II. Las bases de la medicina narrativa
El hospital argentino es un lugar de contradicciones, conflicto y fragmentación del sistema de salud. Los avances notables del sistema de salud argentino durante la primera mitad del siglo XX reflejaban la estabilidad económica del país en aquel entonces; no obstante, al final del siglo el sistema de salud se había colapsado. La contradicción y el conflicto dentro de los límites del hospital no solo son consecuencias de la fragmentación sistémica argentina, sino de la condición humana universal frente a las realidades más evitadas: la enfermedad y la muerte. En su libro testimonial La verdad y otras mentiras: historias de hospital, el médico cardiólogo argentino Daniel Flichtenrei visibiliza los aspectos más escondidos de la medicina, incluso sus propios conflictos internos como médico frente a la enfermedad y a la muerte de sus pacientes. Abarca la profundidad de las relaciones humanas, logrando demostrar la profundidad humana a partir de centrarse en las dinámicas diversas y complejas entre médico y paciente. Podemos entender la naturaleza multifacética de los vínculos entre médico y paciente presentes en este libro a través de los conceptos teóricos de la ‘medicina narrativa’ y la ‘competencia narrativa’ acuñados por la doctora Rita Charlon de la Universidad de Columbia (Nueva York). Mediante los conceptos teóricos de “medicina narrativa” y “competencia narrativa”, analizaré las relaciones entre las figuras de médicos y de pacientes, las descripciones biográficas de los pacientes y el conflicto interno de Flinchtentrei, con el propósito de demostrar las dimensiones psicológicas y relacionales de la enfermedad y de la muerte dentro del marco clínico. Es a través de este análisis de la literatura como herramienta diagnóstica que propongo que los médicos lean las narrativas de sus pacientes como obras literarias, detalladamente, intensamente y analíticamente, para que el paciente mantenga su persona y su dignidad frente a una fuerza que se la arrebata.
Desde las primeras páginas de su libro testimonial La verdad y otras mentiras: historias de hospital, Flinchtentrei enfatiza las dimensiones psicológicas y relacionales de la enfermedad, estableciendo una conexión entre las habilidades de analizar la literatura y de entrevistar a un paciente. Nos referimos a este enfoque diagnóstico y comprensivo, en el que la narrativa del paciente informa la clínica, la investigación y la educación, como el concepto de ‘medicina narrativa’, donde la narrativa del paciente se parece a una obra literaria con una trama, con personajes, con metáforas, etc. A partir de una comprensión de la medicina narrativa, se establece la ‘competencia narrativa’, definida por Charlton como: "the capacity to recognize, absorb, metabolize, interpret, and be moved by stories of illness." (“What to do with stories: the sciences of narrative medicine”) El desarrollo de la competencia narrativa conlleva a una mayor empatía y a una relación más estrecha y humana entre paciente y médico, trabajando para validar las experiencias del paciente y promover la creatividad y la autorreflexión del médico. Los dos prólogos del libro de Flinchtentrei introducen su visión humanista, influida por la literatura, y cómo esta visión multifacética juega un papel significativo en la práctica y relaciones interpersonales que él retrata detalladamente en las páginas siguientes. El primer prólogo, escrito por el médico neurólogo argentino Facundo Manes, empieza con una cita del renombrado autor argentino Jorge Luis Borges, diciendo: “Yo aconsejaría esta hipótesis: la imprecisión es tolerable o verosímil en la literatura, porque a ella propendemos siempre en la realidad.” (9) El autor posmoderno considera la fuerza de la literatura no en buscar exactitudes matemáticas ni una verdad absoluta, sino en captar la experiencia humana en toda su complejidad caracterizada por ambigüedades y contradicciones. Esta perspectiva de Borges relaciona así la percepción y la narración humanas de la realidad con la literatura, ya que también son perspectivas subjetivas, dinámicas e imprecisas. Mediante sus múltiples referencias a Borges a lo largo del prólogo, Manes distingue la objetividad del método científico con la autenticidad subjetiva de la medicina narrativa. Manes describe: “Así como el discurso científico tiene como premisa lograr la seguridad unívoca de lo que es verdadero y lo que no lo es, el artístico, más bien, promueve la duda, la ambigüedad, los significados múltiples.” (9) De este modo, Manes sienta las bases para los breves relatos evocadores de su colega Flinchtentrei en los que Flinchtentrei narra las experiencias de la enfermedad y de la muerte, reflejando la importancia de dar voz a la multiplicidad del ser del paciente frente a las exigencias de “scientific evidence-based medicine and transparent rationalized treatment programs that progressively eliminate enigmas and uncertainties.” (“Narrative Medicine: What Discourse adds to Listening” de Cabral et. al) Manes reprueba la incapacidad de la medicina moderna para aceptar la incertidumbre, proponiendo una lectura de La verdad y otras mentiras: historias de hospital que reconozca la óptica humanística de Flinchtentrei. Esta óptica está desarrollada “a través de recuerdos, de temores, de previsiones,” las cuales, según Borges, son las maneras en las que vemos y oímos el mundo (17). El autor y médico argentino Francisco Magli, en el segundo prólogo del libro, también propone una lectura activa y atenta, sugiriendo que: “Daniel hace algo más que escribir, dialoga con el lector, lo hace partícipe del relato, lo hace sentirse un protagonista más.” (17) Magli demuestra el estilo relacional y descriptivo de la escritura de Flinchtentre, ambientándonos para leer los relatos del médico con atención a las relaciones humanas, las emociones y, sobre todo, la dualidad de la persona del paciente y del médico.
III. El conflicto, la deshumanización y el yo del médico
Flichtentrei, en su primer relato “Hospital”, caracteriza el ambiente hospitalario por un caos controlado e impredecible a la vez, estableciendo una contradicción entre la rigidez y las certezas científicas de la formación médica tradicional y la naturalidad y las inconsistencias de la vida humana. Describe el “paisaje nocturno” del hospital como “un zoológico de animales fantásticos que le ladran a la noche, Cyborgs, mitad máquina, mitad humanos. Las cosas que flotan en una atmósfera de campo de batalla.” (21)
Además de lo desconocido, a lo que el autor alude mediante la descripción de “animales fantásticos”, Flinchtentrei introduce por primera vez la dualidad del paciente y la contradicción que ésta implica entre lo mecánico y lo humano. El antagonismo entre lo mecánico y lo humano representa un tema desarrollado profundamente a lo largo del libro a través de los conflictos intrapersonales e interpersonales, donde el médico se ve obligado reformular lo que significa ser médico en sus propios términos, desaprendiendo la frialdad objetiva que se le inculcó durante el entrenamiento profesional.
En el relato “El Sargento Kirk y yo”, Flichtentrei no solo relata su primera experiencia con la muerte de un paciente durante su internado, sino la presión y la inhumanidad del médico superior bajo quien él trabaja en aquel momento, revelando el peso que tienen las relaciones entre los internados y sus superiores en el cuidado de los pacientes y el futuro de la humanidad médica. Flinchtentrei dirige el relato al médico superior, llamándole “el Sargento Kirk" para criticar la brusquedad de su dirección docente. Cuando un hombre al borde de la muerte entra en la unidad, el “Sargento Kirk” deja a Flinchtentrei para manejar el caso solo, sabiendo que va a resultar en la muerte del paciente. Aunque Flinchtentrei hace todo lo que puede para mantener vivo al paciente, el paciente acaba muriendo bajo su cuidado. El médico recuerda las palabras del superior: “Bastante bien para ser la primera vez —me dijiste—, aunque podría haber sido mejor si te esforzabas en reanimar a un vivo y no a un cadáver”. No pude contestarte.” (29)
La relación estudiante médico-médico superior se caracteriza por la deshumanización del médico y del paciente, ya que carece de todo esfuerzo de ayudar al médico principiante y al paciente en condición grave y de toda empatía hacia la muerte de un ser humano. La respuesta del superior tras la muerte del paciente no hace espacio para que el médico interno sienta las emociones naturales que acompañan ver la muerte por primera vez, reflejando los fallos en la formación médica del superior mismo y dejando que el médico procese no solo sus propios sentimientos sino los de la esposa del paciente. Flinchtentrei rompe con las normativas estériles de la formación médica tradicional cuando abraza a la esposa, consolándola mientras que intenta consolarse a sí mismo. La esposa expresa: “Gracias por acompañarme”...“¿Y ahora qué?”. Y esa pregunta me acompaña hasta hoy. A veces pienso que no hay otra más trascendente. Ante la contundencia de la muerte, ¿y ahora qué? Pero vos no te hacías esa clase de preguntas.” (30) Esta pregunta final refleja la ambigüedad de la enfermedad y la muerte que no se enseña en ningún libro de texto, llamando la atención a los fallos del médico superior en las relaciones interpersonales y cómo las propias deficiencias de los médicos superiores influyen en las experiencias profesionales de los médicos internos.
No obstante, la confianza que Flichtentrei fomenta con la esposa del paciente difunto revela lo esencial del ser del médico en la práctica. En su trabajo crítico, “Giving Pain a Voice: Narrative Medicine and the Doctor-Patient Relationship”, Mary T. Shannon concluye: “The self is the physician’s most important therapeutic tool, for the healing that comes from sitting by a patient, leaning forward and listening fully without interruption or ready judgment, often goes beyond any cure.”(6) Este “self” o “ser” del médico también forma un aspecto esencial de sus relaciones con la familia del paciente, ya que la humanidad de un abrazo y un oído atento representa una dedicación al cuidado médico incluso después de que todas medidas de salvar al paciente han sido agotadas. El ser del médico navega los profundos terrenos de la emoción humana mejor que cualquier barco de conocimiento didáctico.
IV. Los fallos institucionales y la autonomía del paciente
La deshumanización y la negación del dualismo mente-cuerpo son efectos secundarios de no solo los médicos superiores indiferentes sino de un sistema de política responsable por las fracturas en la humanidad de la profesión médica. Los hondos fallos del sistema de salud se caracterizan cada vez más por la corporización de la medicina, donde la medicina está operada por compañías de seguros médicos que le exigen al personal de la salud ver un volumen de pacientes diariamente. Esta exigencia institucionalizada impide que los médicos pasen más tiempo escuchando las historias de sus pacientes, resultando en conflictos entre la práctica de la competencia narrativa y la estructura sistémica de la asistencia médica. Mientras que las interacciones entre los médicos revelan los fallos personales del cuidado, Flichtentrei reconoce los fallos a nivel institucional, cuando articula:
Muchas de las reglas tácitas que gobernaban las relaciones en el hospital eran gestos confirmatorios de un orden jerárquico y del principio de autoridad basado en el tiempo que cada uno llevaba en ese lugar. El novato, por definición, no debía saber, no podía opinar, no tenía que hacer nada si alguien no lo habilitaba para ello. (71)
En el relato, “Cama 460”, Flichtentrei delinea un sistema jerárquico en el que los médicos internos están a la merced de sus superiores, despojados de la capacidad de cuestionarles, resultando en un atmósfera de control desmedido y una dinámica de poder que impacta a los pacientes. Flinchtentre nos hace formular la pregunta: Si los propios médicos se entrenan sin poder hacer preguntas y abogar por sí mismos, ¿cómo los médicos van a poder dar a sus pacientes la autonomía de tomar decisiones sobre sus propios cuerpos?
No obstante, Flichtentrei, en “Cama 460”, narra la oposición de la médica interna Florencia frente al orden jerárquico, pidiendo más horas de experiencia docente en contra de las normativas de la Facultad. Aunque Florencia logra conseguir más oportunidades de enseñar, esto resulta en el castigo de tener que hacer guardia todos los domingos durante seis meses, sin supervisores ni compañeros. Observamos otra instancia donde las dinámicas de poder del sistema médico resultan en condiciones desorientadoras para tanto los médicos internos como los pacientes y sus familias. Uno de estos domingos de guardia, Florencia se encarga de un paciente conocido como “el chico en la cama 460”, donde la médica novata se obliga afrontar la muerte al lado del paciente y su familia.
A pesar de las súplicas del padre para salvar a su hijo, el joven paciente con un cáncer avanzado terminal se comunica con Florencia mediante el tacto y el susurro del habla, diciendo: “—Por favor, basta, basta… Estoy cansado, no quiero más… —le dijo con un susurro entrecortado por la respiración, pero con la firmeza y determinación que, pese a todo, transmitía al hablar.” (77) Florencia encuentra un conflicto entre los deseos de la familia y los deseos del paciente, reflejando las ambigüedades y las contradicciones que no ha aprendido en el contexto universitario.
A partir de describir la manera del habla del paciente - un “susurro entrecortado por la respiración” que revela el cansancio del paciente y “la firmeza y determinación” que marcan la dignidad de su persona - Flinchtentre describe el enfoque sensorial de la medicina narrativa que informa el cuidado del paciente. Florencia le responde: “—Es necesario que vos mismo les digas esto a tus padres antes de tomar una decisión.” (79) Su respuesta reconoce la gravedad de las decisiones al final de vida y toma en cuenta los aspectos multifacéticos de la vida del paciente que incluyen la relación entre el paciente y sus seres queridos. Al facilitar la comunicación entre el hijo y sus padres, Florencia abre la puerta a una conversación difícil de la muerte que a lo mejor no hubiera transcurrido de una manera tan calmada sin la facilitación por parte de la médica.
A partir del papel de la médica en la preparación de la familia para la muerte, Flichtentrei demuestra que el rol del médico no solo es salvar al cuerpo, sino cuidar al ser, planteando un dilema bioético. Tras la muerte del paciente, la narrativa del paciente no termina, sino que sigue viva en los familiares del joven, reflejando la responsabilidad del médico para cuidar tanto al paciente como a su familia. El padre del joven se acerca a Florencia, diciendo: “—. Ariel por fin descansa en paz. Muchas gracias por todo lo que hizo, doctora. —El hombre le acarició la melena negra y Florencia sintió que era absurdo que él la consolara a ella.” (82) El intercambio entre la médica y el padre, que se caracteriza por el contacto físico y la emoción tanto internalizada como visible, representa la dualidad de las personas que forman el equipo del cuidado del paciente, visibilizando la conexión humana arraigada en un la pérdida compartida. Mientras que la médica siente la pérdida del paciente de una forma distinta a los familiares, la consolación, que el padre da a la médica con la misma edad de su hijo recién fallecido, revela un humanismo y un nivel de cuidado holístico y mútuo que la tecnología médica no es capaz de alcanzar.
V. La autorreflexión y el impacto mutuo
La médica no solo está afectada por la muerte del paciente en sí, sino por sus propias experiencias e identidad en la medida en que se relacionan a la muerte y la enfermedad. La médica y el paciente tienen la misma edad. Florencia, al tocar a Ariel, piensa: “‘Podría ser yo…soy yo’”. (77) La relacionalidad que Florencia establece con la narrativa del paciente desafía la división entre cuerpo y ser, exigida por la institución médica con el fin de promover un cuidado corporal basado en la eficiencia y el capital.
Urday-Fernandez y Cuba-Fuentes, en su artículo crítico “Medicina narrativa”, urge que los médicos no solo valoren la importancia de la narrativa en medicina para “entender al paciente en su condición de texto…de realidad abierta y multívoca”, sino para autoreflexionarse a fin de mejorar su práctica profesional. Ambos autores afirman: “Los profesionales reflexivos pueden identificar e interpretar sus propias respuestas emocionales a los pacientes, pueden dar sentido a sus propios viajes de la vida.” (111) En el contexto del paciente Ariel, Florencia reconoce el peso de la pérdida del paciente para los seres queridos, pero también reconoce su propio dolor provocado por relacionarse con el paciente a la nivel personal y por entender la universalidad de la muerte y la enfermedad, lo cual le hace verse a sí misma en el lugar del paciente.
Mientras que la buena práctica requiere esta especie de reflexión y relacionalidad, esto no implica que la práctica compasiva en la medicina sea una labor fácil, sino todo lo contrario. Urday-Fernandez y Cuba-Fuentes destacan la importancia de la autorreflexión, teniendo en cuenta el cargo emocional en el que el constante y prolongado acercamiento a la enfermedad y a la muerte resulta. La autorreflexión del médico indirectamente beneficia al paciente, ya que un médico, con un buen intelecto emocional y la consciencia de sí mismo, podrá servir mejor a sus pacientes. Sin embargo, de la misma manera en la que reflexionamos sobre un texto literario y lo relacionamos al contexto de nuestra propia historia, el médico debe cuidar de sí mismo reflexionando no solo sobre el impacto que el médico tiene en las narrativas de sus pacientes, sino sobre el impacto que estas narrativas tiene en él.
Flichtentrei demuestra el impacto mutuo de la relación médico-paciente en su relato, “La bufanda roja”, donde describe detalladamente a su paciente Rocío, que tiene un cáncer terminal metastásico. Relata su última conversación con ella antes de su muerte inminente.
La manera cuidadosa en la que Flichtentrei describe el carácter de Rocío demuestra una relación médico-paciente que, a lo largo de los años, se ha convertido en una amistad atesorada por los dos. No solo describe a Rocío como una mujer con cáncer, sino como una maestra, una directora de escuela y una ávida lectora que cuida mucho su apariencia física a pesar de los efectos secundarios del cáncer y del tratamiento. La relación entre Flinchtentrei y Rocío se basa en la lectura y las conversaciones sobre los libros más recientes. En esta relación, el cáncer parece un tema secundario. El papel de Flichtentrei como ser humano y amigo parece pesar significativamente más que su papel como especialista médico.
No obstante, los intentos de Flichtentrei por mantener una conversación de trato fácil entra en conflicto con la realidad del estado de salud de Rocío, reflejando la propia incomodidad del médico frente a la muerte inevitable de su querida paciente. Cuando Rocío intenta regalarle una bufanda media hecha, Flinchtentrei la rechaza, diciendo que la quiere terminada. En la misma línea, cuando Rocío le dice que tendrá que leer solo un nuevo libro, infiriendo que ella no estará, el médico se niega a aceptarlo, diciendo: “No, Rocío, mejor la leemos los dos y después charlamos.” (180) Sin embargo, Rocío fuerza que Flinchtentrei admita lo que los dos saben va a pasar dentro de poco tiempo. De esta manera, Rocío invierte el rol del paciente, impartiendo un conocimiento realista al médico y forzándole a afrontar su propia vulnerabilidad. La paciente aboga por sí misma exigiendo: “No me trates como a una tonta. Vos nunca lo hiciste. Y, a propósito, dejate de joder y sé feliz de una vez por todas. Se te nota en los ojos. Te quiero mucho.” (180) Rocío se defiende a sí misma frente a la desilusión del médico, mientras que también altera la perspectiva del médico, representando la manera en la que las relaciones médico-paciente efectivas no son unilaterales, sino que involucran las emociones de ambos lados.
Al final del relato cuando Flichtentrei intenta “dar por terminado el episodio” señalando al siguiente paciente, el médico ve la bufanda media hecha que Rocío le ha dejado. La bufanda roja llega a ser un símbolo del duradero impacto que esta paciente ha dejado en la propia narrativa de Flichtentrei, representando la inevitabilidad de la muerte, donde incluso los tratamientos más avanzados y la evasión/elusión del tema de la muerte (la mortalidad) no son capaces de detener esta finalidad universal.
VI. Conclusión: la responsabilidad mortal
La conexión humana no tiene la capacidad de sanar a nivel biológico; no obstante, los tratamientos médicos tampoco garantizan la sanación. Entonces, cuando la sanación ya no es posible, ¿cuáles herramientas le quedan al médico para cuidar a su paciente? Solo le queda su ser: la capacidad de aceptar la bufanda roja sin terminar, de valorar la narrativa del paciente y de tomar la mano de su paciente, esforzándose por mantener la dignidad de la persona hasta el final. Paul Kalanithi, un neurocirujano norteamericano que murió de cáncer de pulmón en 2015, describió la responsabilidad del médico como “una responsabilidad mortal”, diciendo: “Our patients’ lives and identities may be in our hands, yet death always wins.” (114) No obstante, Kalanithi describe esta responsabilidad como una en la que el médico no deja de luchar por su paciente, creyendo en una asíntota a la que siempre aspira a alcanzar aunque sepan lo anterior no es posible. En su libro testimonial La verdad y otras mentiras: historias de hospital, Daniel Flichtentrei se encarga enteramente de esta “responsabilidad mortal” a partir de emplear una práctica médica que toma en cuenta la profunda dualidad del paciente como ser encarnado. Al describir la medicina, no sólo en términos profesionales sino en términos intra- e interpersonales, Flichtentrei contribuye a la ‘competencia narrativa’, que Charon establece dentro del campo de la ‘medicina narrativa’, ejemplificando la atención analítica y literaria de las narrativas de los pacientes y la esencialidad de este enfoque narrativo en el cuidado comprehensivo.
Obras citadas
Charon, Rita, et al. The Principles and Practice of Narrative Medicine. Oxford University Press, 2017.
de Jesus Cabral, Maria. “« Narrative Medicine : What Discourse Adds to Listening ».” Anglo Saxonica 13 (2017): 169–187. Print.
Flichtentrei, Daniel. La Verdad y Otras Mentiras: Historias de Hospital. 1st ed., Marketing & Research, 2016.
Kalanithi, Paul, y Abraham Verghese. When Breath Becomes Air. Primera edición. New York, Random House, 2016.
Look Hong, Nicole J et al. “Cardiac angiosarcoma management and outcomes: 20-year single-institution experience.” Annals of surgical oncology vol. 19,8 (2012): 2707-15. doi:10.1245/s10434-012-2334-2
Shannon, Mary T. “Giving pain a voice: Narrative medicine and the doctor-patient relationship.” Journal of General Internal Medicine, vol. 26, no. 10, 16 Apr. 2011, pp. 1217–1218, https://doi.org/10.1007/s11606-011-1702-0.
Urday-Fernández, Dayana, y María Sofía Cuba-Fuentes. “Medicina narrativa.” Anales de La Facultad de Medicina, vol. 80, no. 1, 27 Mar. 2019, pp. 109–113, https://doi.org/10.15381/anales.v80i1.15880.